miércoles, 11 de febrero de 2009

UNIVERSIDAD Y CAMBIOS SOCIALES

Jornada Camilo Torres (La Habana. Febrero/ 2009)



Panel: "Universidad y cambios sociales"



Camilo Torres: En el camino de la búsqueda de unas Ciencias Sociales Latinoamericanas



Ponencia: Prof. Enrique López Oliva

Secretario en Cuba de la Comisión para el Estudio de la Historia de

la Iglesia en Latinoamérica (CEHILA-CUBA)



Presentación: Universidad de La Habana

Salón 250 Aniversario



Fecha: miércoles, 11 de febrero de 2009





Las grandes revoluciones sociales de principios del siglo XX: la Bolchevique en Rusia y la Revolución Mexicana en América Latina, que arriban a los cien años, estuvieron marcadas por un anticlericalismo profundo, heredero en buena medida de las revoluciones liberales democrático-burguesas de finales de los siglos XVIII y XIX, que en América Latina se confundieron con la gesta independentista (que dividió a la Iglesia como entidad social, al reflejarse en ella las contradicciones de una sociedad colonial que procuraba romper con el yugo de la metrópoli y buscar su propio camino) ---no siendo totalmente inclusivas sino tendientes a representar los intereses de los criollos blancos---, y que enfrentaron a regímenes monárquico-feudales y a regímenes coloniales inmersos en la llamada “Cristiandad”, surgida durante un largo proceso histórico de acoplamiento de la jerarquía de la Iglesia Cristiana con las capas gobernantes, iniciado este en el siglo IV bajo el Imperio Romano con el Emperador Constantino, proceso denominado de “constantinización” del cristianismo, en que esta religión abandonó su carácter popular (no obstante mantener asideros populares) y de religión de los esclavos para convertirse en uno de los principales sostenes ideológicos de gobiernos imperiales y monárquicos.



De la Revolución Bolchevique surgió el primer Estado moderno ateizante, profundizando la separación entre la Iglesia y el Estado, iniciado durante las revoluciones liberales. De la Revolución Mexicana y del enfrentamiento entre liberales y conservadores, aliados estos últimos de la Iglesia, y uno de los principales terratenientes en México, en lucha política por el control del poder, se desarrollaría la política ateizante del presidente Plutarco Elías Calles (1924-1928), que desembocaría en la llamada “Rebelión Cristera” (con la que en cierta medida intentó el gobierno de Calles encubrir las negociaciones con empresas petroleras estadounidenses, y otros problemas internos); una segunda fase se desarrollaría bajo el gobierno del general Lázaro Cárdenas (1934-40), frente a la llamada “educación socialista”. Muchos de los caídos en esta contienda cristera, abandonada por la jerarquía al pactar con el poder, después de haberla estimulado, fueron beatificados, como “mártires del cristianismo”, por el fallecido Papa Juan Pablo Segundo.



Lejos estamos en la actualidad de aquellos acontecimientos. La Revolución Bolchevique devino en la cabeza del llamado “socialismo real” (calificado por el antiguo dirigente del Partido Comunista de Venezuela, Teodoro Petkoff, de “socialismo irreal”, “burocratizado”) y a la Revolución Mexicana siguió un largo período calificado de “revolucionario”, que se prolongaría incluso más que el régimen soviético, desmoronado tras la caída del Muro de Berlín (1989) y la desintegración de la URSS.



Las políticas ateizantes ---estimuladas por la contrapartida del anticomunismo religioso, que se asociaría a la “Guerra Fría”, después de la Segunda Guerra Mundial--- que acompañaron los propósitos de transformación social y de eliminación de las clases sociales con el objetivo de crear al llamado “hombre nuevo”, fueron reemplazadas en Rusia y en los antiguos países del Bloque del Este, alineados pronto a la política de la Administración republicana de George W. Bush, que retornaron al capitalismo después de su frustrada incursión socialista ---muchas veces, como consecuencia de la ocupación soviética al finalizar la Segunda Guerra Mundial, que llevó al poder a pequeños Partidos Comunistas vinculados a Moscú---, en estrecha convivencia con el antiguo enemigo ideológico, del cual reclaman actualmente legitimidad y bendiciones para sus políticas. Antiguas Iglesias Ortodoxas reaparecieron en el escenario, y se reactivaron añejas expresiones religiosas de minorías étnicas, que se vuelcan hacia estas en busca de sustentación identitaria. Se cerraron los Museos Ateizantes y la disciplina denominada “Ateismo Científico” desapareció del sistema de enseñanza. Hasta en la República Popular China se han producido señales de actitudes más flexibles hacia algunas religiones. Durante las pasadas Olimpíadas el presidente Bush asistió a misa en un templo católico de Pekín, abarrotado de feligreses, y el gobierno comunista autorizó a varios Obispos católicos chinos visitar la Santa Sede.



En México el Partido de Acción Nacional, de corte católico, fundado en 1939, reemplazó por un segundo periodo consecutivo al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que previamente restableciera las relaciones diplomáticas con la Santa Sede. En Ecuador, un economista, profesor de universidades privadas católicas, ocupa la presidencia. En Venezuela, un militar jefe de Estado, cita con frecuencia la Biblia para respaldar su “socialismo del siglo XXI”. En Uruguay, un médico católico socialista, opuesto al aborto, se convirtió en el primer presidente izquierdista de ese país. En Paraguay, por primera vez un ex Obispo católico, y además partidario de la Teología de la Liberación, encabeza el gobierno, en una amplia y heterogénea coalición.



En el Foro de Sao Paulo ---propiciado entre otros por el sacerdote y teólogo belga Francois Houtart, quien fuera asesor teológico del Concilio Vaticano Segundo, y profesor de sociología, en la Universidad Católica belga de Lovaina, del sacerdote-guerrillero Camilo Torres---, una de las expresiones más significativas de los nuevos movimientos sociales anti-globalización y pro democracia, es notable la presencia de grupos religiosos, junto a activistas de variado signo (feministas, medioambientalistas, sindicalistas, indígenas, afroamericanos, gays, etc.) y a jefes de Estado como Lula, Evo Morales, Hugo Chávez, Correa…



En Estados Unidos por primera vez ocupa la presidencia un afroestadounidense, consagrado cristiano en una Iglesia Independiente Afro americana, partidaria de la Teología Negra de la Liberación, de madre antropóloga, y antiguo organizador comunitario de iglesias cristianas de Chicago, quien triunfó electoralmente bajo la consigna de que “un cambio es posible”. Sólo cuarenta y cinco años antes el Congreso estadounidense aprobaba la Ley de los Derechos Civiles. Cuarenta años atrás asesinaban al pastor afroestadounidense Martin Luther King, Jr.



Qué lejos estamos de la década de los sesenta, cuando la antigua URSS disputaba la supremacía con Estados Unidos; cuando las tropas del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia poniendo fin en 1968 a un intento de reforma desde adentro del socialismo checo; cuando se realizó el Concilio Vaticano Segundo (1962-65), convocado por el Papa Juan XXIII, el “Papa rojo” al decir de los conservadores, y el “Papa bueno” según sus admiradores, que comenzaría el proceso de “aggiornamento” (puesta al día) de la Iglesia Católica, abriéndose a los temas sociales, y posibilitó el inicio de un diálogo entre cristianismo y marxismo, cuya aplicación a la realidad latinoamericana se produjo durante la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (1968; Medellín, Colombia), inaugurada por el pontífice Pablo VI, primer papa en visitar América Latina (XXXIX Congreso Eucarístico Internacional). Autor este último de la encíclica “Populorum Progressio” (26 de marzo de 1967), que admitió la posibilidad de una salida violenta revolucionaria frente a una situación política y social exasperante, calificada de tiranía; no obstante, en Colombia condenó la violencia como alternativa política. Católicos progresistas del movimiento juvenil y estudiantil, sindicatos cristianos y grupos sacerdotales, pidieron a Pablo VI: “no bendiga a los asesinos de Camilo”, no legitime al régimen injusto de Colombia.



Para muchos comentaristas de prensa el 68 “fue el año de la Iglesia en Latinoamérica”, ya que se vislumbraba una ofensiva de la Iglesia Católica en todos los campos, los que no se concretarían en la forma en que se presagiaba. Pronto el episcopado conservador moderaría el ímpetu transformador de parte de su Iglesia, sobre todo a partir del papado de Juan Pablo Segundo, quien desató una fuerte persecución y acoso contra el sector progresista del clero y del laicado, en especial contra los teólogos de la liberación, y en general del clero comprometido con los cambios socio-políticos.



Una década de auge de los movimientos de liberación, continuación del proceso de descolonización que siguió a la Segunda Guerra Mundial en África, Asia y el Caribe, y de la aparición del Movimiento de los No Alineados. En México se masacraba a un número todavía no determinado de estudiantes universitarios y secundarios en la Plaza de Tlatelolco. Cuando se realizaron en La Habana las Conferencias de la OSPAAAL (1966) y de la OLAS (1967) y se fundó la OCLAE (1966), que lanzaría las Jornadas Latinoamericanas Camilo Torres. Cuando surgieron organizaciones de nuevo tipo, político-armadas, que se propusieron tomar el poder por la vía de las armas, a una de las cuales se sumaría como guerrillero el sacerdote Camilo Torres.



Entre los nuevos actores sociales de esa época rica en acontecimientos, estuvieron estudiantes radicalizados, cuadros y militantes de partidos políticos insatisfechos por las proyecciones de sus dirigentes, militares nacionalistas que rechazaron actuar como represores de sus pueblos, pastores protestantes que se divorciaron de “un protestantismo panamericanista” influido por la Guerra Fría, sacerdotes católicos y religiosos y religiosas de distinta nacionalidad, inclusive varias estadounidenses, sensibilizados por los problemas de los más pobres y humildes, algunos se organizarían en movimientos sacerdotales como el Grupo de los Ochenta que en Chile apoyó al gobierno socialista de Salvador Allende, de cuya iniciativa surgió Cristianos por el Socialismo, Sacerdotes para el Tercer Mundo, el Grupo Golconda, Iglesia Joven, Iglesia Popular, el Movimiento Sacerdotal ONIS (Organización Nacional de Información Social de Perú)…, y los Comandos Camilo Torres. En 1968, en la Universidad de Montevideo se realizó el Primer Encuentro Latinoamericano Camilo Torres…; hasta uno que otro Obispo católico, como el Obispo de La Rioja, en Argentina, Enrique Ángel Angelelli (muerto el 4 de agosto de 1976, en un misterioso accidente automovilístico, que todo indica fue preparado por los servicios secretos argentinos, cuando regresaba de visitar un pueblo donde habían asesinado a dos sacerdotes de su diócesis), y el Arzobispo salvadoreño, Oscar Arnulfo Romero (baleado mortalmente cuando oficiaba misa en el altar de la capilla de la Divina Providencia, en el Hospital del cáncer, de la capital salvadoreña, el 24 de marzo de 1980); seminaristas y activistas laicos, en especial vinculados con el trabajo pastoral en barrios populares y en el campo, sindicalistas hartos de ser manipulados por dirigencias corruptas y gangsteriales utilizadas por patronos explotadores, intelectuales que rompieron con esquemas metodológicos importados y fueron a analizar la realidad de este continente desde una perspectiva propiamente latinoamericana, apareciendo el Movimiento de Educación de Base, la Pedagogía de la Liberación y la Educación Popular Liberadora, y permitiendo el desarrollo de unas Ciencias Sociales Latinoamericanas, que ayudaran a profundizar en el análisis de los diversos problemas que afligen a los pueblos en este espacio territorial.



De estos esfuerzos surgiría una Sociología Latinoamericana, uno de cuyos exponentes fue precisamente Camilo Torres, la Teoría de la Dependencia, para explicar las causas del subdesarrollo en América Latina, Teoría que aún tiene a algunos de sus cuadros con vigencia y fuerza en el espectro académico (ejemplo: Edelberto Torres-Rivas y el expresidente brasilero Fernando Henrique Cardoso, el desaparecido sociólogo evangélico colombiano Orlando Fals Borda, quien participó junto a Camilo en la fundación de la Facultad de Sociología en la Universidad Nacional de Bogotá, y el también brasilero Theotonio dos Santos, entre otros). Dentro del clero progresista surgiría la Teología Latinoamericana de la Liberación, cuyo primer exponente fuera en 1971, el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez Merino, que influiría en el desarrollo de otras expresiones teológicas liberadoras en África y Asia, y en la población afroaestadounidense, como la Teología Afroamericana, Feminista, Medioambiental y otras, además de la Teología del Diálogo Interreligioso. Surgirían las Comunidades Eclesiales de Base como nueva forma de práctica cristiana, y la Lectura Popular de la Biblia, además de los Ministros Laicos de la Palabra, muchos de los cuales se convertirían en activistas populares de movimientos como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas (México), cuyo subcomandante (Marcos) es también sociólogo.



En 1972 el Instituto Pastoral Latinoamericano, dependiente del CELAM, constituyó la Comisión para el Estudio de la Historia de la Iglesia en Latinoamérica. En la asamblea fundacional de CEHILA (Quito; enero de 1973) se dio el paso inicial. A CEHILA, cuyo principal animador fue el filósofo e historiador argentino, radicado en México, Enrique Dussel, se debió la creación de una Escuela de Historiadores de la Iglesia con metodología crítica, para recordarle a la Iglesia sus gestas a favor del pobre y las complicidades con los poderosos. CEHILA actualmente, pese a la oposición de sectores conservadores del episcopado y del clero, asumiendo los presupuestos teológicos de la Teología de la Liberación, desarrolla un estudio sistemático de la realidad religiosa del continente, desde una perspectiva macroecuménica (abierta al intercambio con toda expresión religiosa y filosófica, incluso a los que no tienen ideas religiosas). CEHILA-CUBA es miembro del Consejo de Iglesias de Cuba. Entre los miembros fundadores y actuales de CEHILA, muchos son o han sido académicos, fundamentalmente cientistas sociales.



En los últimos años se han producido sensibles cambios en el panorama religioso mundial, desmintiendo los anuncios de sociólogos de la religión influidos por el marxismo manualista soviético ateizante, que anunciaba el fin inminente de las religiones. El desarrollo vertiginoso de las comunicaciones, la aparición de Internet, ha posibilitado las “Iglesias virtuales” y una mayor difusión de las ideas religiosas, surgiendo “religiones a la carta”, enmarcadas dentro de los llamados “Nuevos Movimientos Religiosos”, y algunos no tan nuevos, sino producto del reciclaje de antiguos cultos.



En el dinámico contexto de los ’50 y ’60, en el escenario particular de Colombia, en medio de enfrentamientos políticos violentos y de aguda contradicciones socio-económicas, surgió Camilo Torres Restrepo, a quien no podemos atomizar porque, como a todo ser humano, hay que verlo en su integralidad, con unas facetas e identidades complementando otras. El Camilo sacerdote, sociólogo, capellán universitario, investigador social, líder, fundador del Frente Unido del Pueblo, fue coherente con el Camilo que, finalmente, fuera guerrillero, incorporado al grupo armado Ejército de Liberación Nacional, y quien llegaría a la conclusión de que el “deber de todo cristiano es hacer la revolución”, y cuyo gesto inspiró a otros cristianos en el continente que se incorporaron de diversas formas a la lucha política por un cambio radical de estructuras que pusieran fin a la pobreza endémica y al sojuzgamiento de los países latinoamericanos a las grandes potencias, principalmente al imperialismo estadounidense, percibido como el principal enemigo de las luchas de los pueblos latinoamericanos, por convertirse en el fundamental sostén de los grupos oligárquicos, sus principales aliados, y de regímenes corruptos y despóticos. Ese Camilo es, a su vez, coherente con el Camilo hijo, amigo, y estudiante. Quienes tuvimos la oportunidad de estar cerca de Isabelita Restrepo podíamos, a través de ella, percibirlo y, sobre todo, entenderlo.



En los cambios macro y micro sociales en los cuales periódicamente se sumerge la humanidad, las instituciones se transforman o perecen, como parte intrínseca de esos cambios. Actualmente, estamos inmersos en una etapa de evidentes y profundos cambios, que hace intuir la necesidad y posibilidad de muchos más.



Como instituciones humanas, las universidades están urgidas actualmente de transformarse, democratizarse, horizontalizarse. Esas transformaciones pasan por el estudio, consciente y consecuente, de nuestras realidades, sin las fantasiosas extrapolaciones que tantas veces hemos tenido, “inventándonos” o permitiendo que nos inventen en vez de mirarnos y hurgar en nosotros mismos, deconstruyéndonos como realmente somos, que es la única manera posible de entendernos y avanzar procurando emplear nuestras mejores energías, métodos y herramientas, desbrozando caminos hacia la propia realización para poder ayudar a los otros en la búsqueda y construcción de los suyos. Ahí se sitúa el estudio de figuras como Camilo, y otros; ahí también se sitúa la búsqueda y actualización del cuadro de mártires religiosos o no, que pertenecen a nuestro contexto latinoamericano, más que para venerarlos como imágenes “santificadas”, “mitificadas”, “gélidas”, para conocer y profundizar en sus pensamientos y accionar, apropiándonos de lo que de ellos continúe siéndonos útil, aprendiendo de sus errores y valorándolos tal cual han sido.



Va siendo hora de que las Universidades Latinoamericanas se vuelquen a estudiar con rigor, detenidamente y desprejuiciadamente, este periodo histórico, sin demonizar a unos, ni endiosar a otros, investigar los diversos factores internos y externos que influyeron en este, percibir los aspectos positivos y negativos que dejó este proceso para las generaciones que le sucedieron y que pueden enseñar a los protagonistas del actual momento histórico, que les ayude a construir un mundo mejor, más justo y más humano, como fue el deseo de aquellos que, como Camilo Torres, ofrendaron sus vidas ---dejando un nutrido martirologio, todavía no recogido en detalle por los historiadores, incluso los historiados eclesiásticos--- por un real cambio.





Nota: Esta ponencia fue leída en el Panel: “Universidad y Cambios Sociales”, realizado en la Universidad de La Habana, el 11 de febrero del 2009, dentro de la Jornada Nacional Camilo Torres, organizada por el Grupo de Reflexión “Oscar Arnulfo Romero”, con el apoyo de varias instituciones religiosas y académicas cubanas, como CEHILA-Cuba, el Centro Memorial “Martin Luther King Jr.”, el Centro de Estudios del Consejo de Iglesias de Cuba y otras.

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