miércoles, 29 de diciembre de 2010

EL PROTESTANTISMO CUBANO EN EL VÓRTICE DE UNA REVOLUCIÓN

EL PROTESTANTISMO CUBANO EN EL VÓRTICE DE UNA REVOLUCIÓN, 1952-1961

Por Carlos Molina Rodriguez
Recibido desde Cuba.

(PARTE 3)





CARLOS R. MOLINA RODRÍGUEZ, lourdesg.mtz@infomed.sld.cu

MATANZAS (CUBA).





Transcurridos unos meses, el 26 de marzo de 1960 un grupo de líderes evangélicos intentó establecer un frente único para prevenir el avance de la ideología marxista. Según el testimonio del doctor Adolfo Ham,



debido a que la mayor parte de los miembros del Ejecutivo del Concilio de Iglesias Evangélicas se había ido camino del exilio, un llamado Comité Representativo de las Iglesias Evangélicas de Cuba, presidido por el doctor Alfonso Rodríguez Hidalgo, convocó para la ciudad de Santa Clara una reunión que tendría como agenda: a) el tema del comunismo y el cristianismo, debido a los temores ya entonces de que el proceso cubano fuera de inspiración comunista, b) las iglesias protestantes y la nueva situación política de Cuba, y c) los medios para desarrollar una cooperación más estrecha entre las iglesias evangélicas en medio de esta nueva situación político-social. Los propósitos originales de organizar un «frente anticomunista» no se lograron.[13]



Desde finales de 1959, el presidente norteamericano Dwight D. Eisenhower había aprobado un plan para consumar el derrocamiento del régimen cubano en el término de un año. Entre las medidas dictadas con ese fin, estuvo la suspensión de la cuota azucarera cubana en el mercado preferencial de Estados Unidos, el día 6 de julio de 1960.

En respuesta a tal decisión, los meses subsiguientes fueron intervenidas las refinerías de petróleo y demás compañías norteamericanas. En octubre se estatalizaron las grandes empresas de capital nacional, y el 14 del propio mes se dictó la Ley de Reforma Urbana.

El 10 de agosto, Fidel Castro, en referencia a grupos que bajo la protección eclesial se oponían al proceso revolucionario, había expresado públicamente:



El pueblo sabe perfectamente lo respetuoso que ha sido el Gobierno Revolucionario en materia de religiones; [...] la Revolución no se hizo para luchar contra las iglesias, la Revolución se hizo para luchar contra el crimen, para luchar contra la explotación, la opresión y el entreguismo.[14]



Con el anuncio del Gobierno de Estados Unidos del rompimiento de relaciones diplomáticas y consulares con La Habana, el 3 de enero de 1961, se activó el éxodo masivo de misioneros norteamericanos residentes en la Isla.

Tres meses más tarde, el 15 de abril, aeronaves estadounidenses B-26 bombardearon bases aéreas militares de La Habana y Santiago de Cuba. El día 16, en la despedida de duelo de los caídos de esas acciones, Fidel Castro proclamó el carácter socialista de la Revolución. Un día después, desembarcó por Bahía de Cochinos –en el suroeste de la antigua provincia de Las Villas– la Brigada 2506, integrada por cubanos exiliados respaldados por Estados Unidos con el fin de derrocar al nuevo régimen. Luego de intensos combates, en la tarde del 19 el ejército cubano batió las tropas invasoras en las cercanías de Playa Girón.



Pocas semanas después de la declaración oficial se hizo evidente que la opción socialista acarreaba también definidos tintes marxistas, pues comenzaron a difundirse declaraciones sobre materialismo y ateísmo. A los cristianos cubanos, totalmente impreparados para un vuelco de tal naturaleza, este reverso los llevó a la angustia y al desasosiego. El anticomunismo había sido permanente tema de estudio en el currículo de educación cristiana en las iglesias. Para muchos el reto se convirtió en terror, y comenzó el éxodo de pastores y feligreses. Aun los más fuertes, los que decidieron permanecer y encarar el desafío, albergaban profundas dudas, y zigzagueaban en pensamientos y actitudes. ¿Qué decir? ¿Qué hacer? ¿Cómo decirlo y hacerlo responsablemente, frente a un pueblo exaltado y esperanzado? [Es inimaginable] la profunda agonía que significa el haber anhelado una revolución, haber luchado por ella, haber decidido permanecer dentro de ella, y después sentirse despreciado y cuestionado por razones de fe.[15]



En aquellos días, a raíz de alteraciones del orden público causadas por revolucionarios que ocuparon ilegalmente dependencias eclesiales cercanas a Playa Girón,[16] se creó una instancia gubernamental para el diálogo con las instituciones religiosas, regida por el doctor José Felipe Carneado, intelectual comunista de reconocida trayectoria revolucionaria. Con todo y con eso, a juicio del eminente historiador Marcos Antonio Ramos,



la aplicación de la política oficial en materia de religión plantearía en el futuro algunas áreas definidas de conflicto, como los permisos para celebración de convenciones o actos especiales o para asistir a eventos eclesiásticos internacionales, la enseñanza del materialismo histórico en las escuelas (como en los demás países socialistas), la limitación en ciertos casos de la participación de religiosos como estudiantes de algunas carreras o como empleados de alto nivel (lo cual crearía en la práctica una forma de discriminación de tipo ideológico), dificultad para reparar los templos, o reconstruir en el caso de aquellos que se habían ido deteriorando demasiado. […]

La aplicación de la política del Gobierno central y la oficina de asuntos religiosos así como del Registro de Asociaciones en una forma no siempre uniforme, debido a las diferentes actitudes de los funcionarios locales o regionales, implicaba también otra situación problemática.[17]



El 1 de mayo de 1961, en un discurso conmemorativo del Día Internacional de los Trabajadores, el comandante Fidel Castro anunció que se llevaría a cabo la nacionalización de las escuelas privadas, entre ellas las de raigambre católica y protestante, lo cual se concretó a principios del mes de junio. En el libro Fidel y la religión, que recoge la amplia conversación que sostuviera Castro con el fraile dominico brasileño Frei Betto, aquel expuso las circunstancias que propiciaron que tal medida se acometiera:



[...] no estaba establecido que íbamos a nacionalizar las escuelas privadas. Los conflictos en aquel período, cuando todavía no teníamos las nuevas escuelas, originaron la necesidad de la nacionalización de las escuelas privadas, porque precisamente en aquellas escuelas, principalmente en las católicas, estaban los hijos de las familias ricas que se situaron contra la Revolución, y se nos convertían en centros de actividades contrarrevolucionarias. Aquello originó la necesidad de ir a la nacionalización de todas, pero no se discriminó. No es que se nacionalizó la escuela católica; se nacionalizaron también las escuelas protestantes y las escuelas laicas privadas; quiero decir que no fueron sólo las escuelas católicas ni protestantes, sino que todas fueron nacionalizadas.[18]



Sea como fuere, la Ley de Nacionalización de la Enseñanza, promulgada por el Gobierno el 6 de junio de 1961, «Año de la Educación», supuso el más duro y punzante golpe recibido por las iglesias desde enero de 1959. Durante más de 60 años los colegios no sólo habían constituido el rostro del interés social de las mismas, sino también un modo sumamente eficaz de evangelización y catequesis. A partir de entonces, la actitud positiva que hacia el proceso revolucionario habían manifestado numerosos pastores y líderes eclesiales comenzó a distorsionarse, redundando en el abandono del país por parte de muchos, en la desconfianza y la oposición de otros, y en la neutralidad y el desaliento de la mayoría.



La medida significaba la absorción de maestros, equipos y edificios. Era una herida profunda en la sensibilidad de los creyentes, y es natural que cundiera la alarma, el desencanto y la angustia. Los maestros de las escuelas parroquiales eran líderes en las actividades de las iglesias, y contribuían a una buena parte de su sostén económico. La mayoría de ellos abandonó el país, y los que quedaron como trabajadores en las escuelas estatales prefirieron, en un altísimo porcentaje, separarse definitivamente de las iglesias.[19]



También desde el mes de mayo se había suspendido la programación religiosa de la radio y la televisión, perdurando únicamente «La hora bautista», que permaneció en el aire hasta marzo de 1963.[20]



Un factor que creó tensiones en la década de los sesenta, fue la demanda oficial de que las congregaciones se inscribieran como «asociaciones». Un buen número de iglesias se negó a hacerlo, lo cual conduciría en muchos casos, a la imposición de multas. Para algunos evangélicos cubanos estas inscripciones significaban el regreso parcial al sistema utilizado en la época colonial española, ya que la iglesia católica no tenía que inscribir en esa forma sus congregaciones ni informar sobre la lista de sus miembros y sus finanzas, del mismo modo que las otras denominaciones establecidas en el país. En realidad, las iglesias evangélicas no habían tenido que ofrecer prácticamente informes hasta la fecha, y ni siquiera todos los grupos se habían inscrito debidamente ante las autoridades nacionales o provinciales, como se esperaba. En el período 1902-1959 el Gobierno cubano no había interferido con actividades religiosas internas de manera apreciable, y las nuevas medidas despertaron sorpresa, recelo y preocupación, así como algunas quejas.[21]



Aunque escapa a los límites de este trabajo, cabe señalar que el 26 de noviembre de 1963, el gobierno revolucionario aprobó la Ley del Servicio Militar Obligatorio para los ciudadanos comprendidos entre los 17 y 45 años de edad, que contemplaba la prohibición a los mismos de abandonar el país. Esta medida afectó a muchos jóvenes pastores y aspirantes al ministerio, al igual que a otros que debido a su descontento pretendían radicarse en el extranjero. Dos años después, en noviembre de 1965, se organizaron las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), con el propósito de emplear en labores agrícolas a ciudadanos poco confiables para ser alistados en las filas del servicio militar. A ellas igualmente fueron incorporados sacerdotes, seminaristas, pastores evangélicos y testigos de Jehová, junto a cientos de homosexuales y personas cuya conducta era estimada no afín al proceso revolucionario.

Entretanto, en el seno de algunas denominaciones un grupo de líderes identificados con el régimen socialista propugnaba la alianza entre cristianos y marxistas, a la par que interpretaba el momento histórico como propicio para que la iglesia descubriera el genuino sentido de su misión.



(continuará)





NOTAS



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[13] Adolfo Ham: «Pensamiento teológico cubano: aportes en los últimos 50 años», Cuba Teológica, Matanzas, no. 7, 2004, p. 10.

[14] Fidel Castro Ruz: «Discurso pronunciado en la reunión con los coordinadores de las cooperativas cañeras», Obra Revolucionaria, La Habana, no. 19, 10 de agosto de 1960, p. 33.

[15] Rafael Cepeda: «Análisis histórico de la relación Iglesia-Revolución», en su Vivir el Evangelio. Reflexiones y experiencias, La Habana, Editorial Caminos, 2003, pp. 102-103.

[16] Véase la entrevista concedida por José Felipe Carneado a Carmelo Álvarez, publicada en su libro Cuba: testimonios y vivencias de un proceso revolucionario, San José, Costa Rica, Editorial DEI, 1990, p. 22. Según el propio Carneado, cuando se produjo la invasión, «las masas, en una reacción muy espontánea y elemental, procedieron a pintar las puertas de las iglesias, a colocar banderas en lo alto de las torres, e incluso se ocuparon algunos conventos, algunas propiedades de la iglesia, acciones que no correspondían con la política del Gobierno y del Partido».

[17] Marcos Antonio Ramos: Panorama del protestantismo en Cuba..., ed. cit., p. 529.

[18] Frei Betto: Fidel y la religión, La Habana, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 1985, p. 216.

[19] Rafael Cepeda: «Análisis histórico de la relación Iglesia-Revolución», ed. cit., p. 103.

[20] Véase Marcos Antonio Ramos: Panorama del protestantismo en Cuba..., ed. cit., p. 528.

[21] Ibidem, pp. 528-529.





Carlos R. Molina Rodríguez (Santa Clara, Cuba, 1976) es profesor de Historia de la Iglesia en el Seminario Evangélico de Teología, en Matanzas. Su actividad investigadora y editorial se ha centrado en temas históricos del protestantismo cubano, especialmente la obra misionera, la educación teológica ecuménica y el pensamiento protestante del siglo XX.

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